Somos frágiles.
Tenemos un cuerpo físico que se agota más de lo que dejamos sentirnos. A veces necesitamos parar para que descanse y, a menudo, no le damos el suficiente estado de calma y reposo.
Pretendemos que una molestia sane mucho más rápido de lo que requiere sólo por que estamos acostumbrados a que nos acompañe el movimiento a ritmo de nuestra mente y/o expectativas.
A menudo tapamos emociones no confortables sin darles espacio para existir. Nos llenamos de actividades o redes sociales, de gente y conversaciones banales, de series o libros que “no nos dejen pensar”. Que ocupen vacíos insostenibles o inaguantables.
Somos esclavos de creencias que nos hacen vulnerables ante nosotros mismos, nuestro entorno, familia y ámbito laboral. Sin discutir ni una coma. Como grupis cegados sin necesidad de cuestionar.
O todo lo contrario. Reaccionando cuál perro rabioso que esconde un miedo horroroso a todo lo que le rodea y no es capaz de controlar.
Somos vulnerables, frágiles y blanditos como un peluche. Y eso es maravilloso.
Por que somos mucho más que un cuerpo fuerte, flexible y sano. Disponemos de bastante más que alegría, coraje y amor.
Enfermamos, tenemos miedo, nos entristecemos y sentimos la rabia y el dolor físico, mental y emocional. Y está bien.
Es muy buen momento para atenderse con todos los matices que proporciona la sensibilidad, la emoción y la energía húmeda del mes pisciano.
Si sentimos que hay un vacío en nuestro interior podemos llenarlo de un potencial creativo inmenso. Aprovéchalo, no huyas de él.
Responsabilízate de tu energía y del impacto que tiene en los demás. Cuídate mucho, muchísimo. Para que, entre todos, elevemos la consciencia hacia un mundo mejor.
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