Son tiempos revueltos y de pensamiento agitado.
Es necesario sostener las emociones sin rendirse o resistirse a su poderosa existencia.
Momento para autochequearse constantemente con la finalidad de ir creando un hábito en el que sea mucho más sencillo atenderte por completo.
Quizás sea una herramienta útil poner una alarma en el reloj cada hora o 30 minutos en la que observarse activamente: el estado del cuerpo, la respiración, los pensamientos. Y, con el tiempo, ir acortando el reloj hasta crear un estado de observación casi constante.
Me parece extremadamente útil ser tu mejor amigo capaz de hacerte ver aquello en lo que te has metido de cabeza, el que se ríe contigo del pedo maloliente, te avisa del trozo de papel en el pantalón y de que no se te entiende cuando hablas a semejante velocidad.
Por que si eres capaz de pillarte cabreándote por algo inexistente pero que habla de una herida de la infancia sabrás parar a tiempo, o no. Pero lo que es seguro que ganarás en autoconocimiento. Y la próxima vez que llegue algo similar tienes una oportunidad nueva para no caer en esa programación grabada a fuego.
Ante la adversidad tienes todo el derecho de cagarte en todo, patalear y llorar. Pero una vez lo has hecho, la responsabilidad de no quedarte anclado en el victimismo es solo tuya. Siempre hay algo que puedas hacer para mejorar la situación.
Empieza por cuidarte.
Vivir triste, cabreado o ansioso es lo más desgastante del mundo. Nada ni nadie podrá hacer algo por ti si estás tan ensimismado en tu desgracia que eres incapaz de ver lo divino que hay en ti.
No se trata de pensamiento positivo, es puro realismo.
Resuena en mi cabeza a todas horas la frase: “Haz el bien y hazlo bien”
Se trata de hacer aquello que consideras que suma y hacerlo a conciencia, estudiando para aprender, silenciando si hay mucho ruido, moviendo la energía si está estancada. Buscando la excelencia y la amabilidad sin esperar a que alguien lo haga por mi, ni siquiera Dios.
Empezando por mi misma.
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