Sin ser el centro, sé tu centro.
Conecta con lo etéreo y bájalo a la tierra, a tus pies.
El camino se anda para sentirlo, no para llegar más lejos.
De poco sirve correr si no se ha vivido plenamente de la experiencia.
Cuanto más abrupto sea el pensamiento, más líquida la emoción, más agitada tu respiración; siente los pies anclados y echando raíces.
Y repasa de nuevo.
Observa el entrar y salir del aire, nasal. Sólo eso.
La serenidad llegará conscientemente.
Y a las respuestas, acción.
Aunque el acto sea el de permanecer inmóvil, en silencio, contigo.
Nadie nos ve tanto como nosotros mismos, mírate con los ojos del observador que cuida y admira.
Sé un centro extraordinario.
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