El lunes pasado corriendo como una cabrita por la montaña tuve, como en muchas otras ocasiones, un momento de luminosidad. Descubrí lo mucho que estaba condicionada por el éxito y la victoria.
Sin señalar culpables, me responsabilizo plenamente de cada una de mis heridas y de como actúo cuando aparecen situaciones, experiencias o simplemente pensamientos que me acercan a ellas. Si me pongo muy esotérica confirmaré que mi Alma escogió el lugar y momento exacto en el que volver a la vida terrenal. Así que todo, pura cosa mía.
A lo que iba.
Desde pequeñita he querido algo y he ido a por ello. Seguro que muchas cosas no he conseguido, pero de estas no me acuerdo mucho. Probablemente me quedo con el aprendizaje del intento, el camino recorrido y obviamente con el triunfo.
Soy resultadista, si. Para mi el compromiso, la disciplina, la valentía, coraje, la evolución, el progreso y la superación ya es un buen resultado. El final, muchas veces es lo de menos. Pero me encanta intentar ganar y he aprendido a vivir con la frustración a hostias.
Y me he dado cuenta que todo lo que realmente me importa, empuja y motiva es ir a por lo que auténticamente valoro. Lo que me divierte por que me hace sentir viva, me serena y me conecta con esa niña que disfruta de lo que es. Sin importar quien la mira y/o la juzga. Sin importar realmente cuál es la acción concreta.
Ha costado 44 años, hoy los cumplo. Y joder, ¡Que bien sienta!
Cuantas veces he actuado en base a lo que valoraban positivamente los otros, desconectada de mi. En permanente insatisfacción y con la sensación de no ser suficiente. Y ya está, pongo fin a ese papel ya no me lo creo, aunque lo lleve grabado en el adn.
Ahora la victoria es mia, esto si que es tener éxito. Soy feliz, soy valiosa y me amo muchísimo.
Agradezco infinito la suerte que tengo, las personas que me rodean y acompañan, maestros de vida cercanos y en la distancia.
Gracias, gracias, gracias por formar parte de este bello camino.
Un abrazo fuerte
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