Impactamos con nuestra presencia.
Con los pensamientos, palabras y sobretodo con hechos.
Es tan fácil tocar el corazón de los otros, que deberíamos pensar en acariciarlo más que en sacudirlo. Dejarlo siempre mejor que lo encontramos, como los baños.
Cómo hacer sentir a alguien no depende de nosotros, ni es nuestra responsabilidad saber con que mirada está recibiendo algo.
Pero siempre que pasa por el filtro de la amabilidad, hay mucha más probabilidad que sea bien recibido.
O al fin y al cabo, aquello que ocurra te mantenga con el corazón tranquilo.
Marchar con poco lastre es fundamental para que esa carga no sea un inconveniente para que, si algo puede hacerse con la mirada del amor, se dé el caso.
Pero es un trabajazo diario que necesita de mucha disciplina.
Crear espacio para observar qué está pasando ahora en ti, que hay que soltar, hacia dónde está el nuevo camino a seguir.
Necesita regulación diaria y, sobretodo, mantener un sistema nervioso y endocrino en equilibrio. Y no es fácil.
La vorágine a la que estamos acostumbrados nos empuja de una actividad a otra casi sin permitir preguntarte si, aunque estuviese programado, te sientes bien con lo que haces.
Hay que poner foco y sacar maquillaje.
Responsabilizarse más de uno mismo y anestesiarse menos.
El Yoga y la Meditación si te ayudan en algo es a observarte.
Y aqui no hay trampa ni cartón, te ves enterito y con todo.
Solo así, con el tiempo y la dedicación, te vas volviendo más libre y compasivo.
Y desde ese punto, es difícil impactar negativamente de forma consciente o inconsciente.

0 comentarios