Si algo quieres algo te cuesta.

No se trata de sufrimiento, estoy hablando de poner foco y centrarte.

Principalmente para ordenar y tener claro para qué deseas ir a por ese reto. Qué te aporta la preparación y el camino. Y si eso pesa mucho más que el resultado final.

El regalo es la dedicación en el aprendizaje, levantarte ante la frustración de que algo no sale, la felicidad de superar un miedo, la alegría y la seguridad de saber cuáles son las fortalezas de las que dispones y reconocerte el progreso.

Solo así puedes trabajar intensamente en las debilidades para que cada vez lo sean menos. Sin esconderlas y sin darles fuerza. Únicamente trabajando duro.

Y divertirse, el secreto es que todo aquello que hagas te divierta.

Quizás los deportistas estemos un poco locos. No importan las agujetas, el cansancio o las horas que sacamos del panel diario en pinzas; cuando se evidencia el progreso sabes que ha sido gracias a la disciplina y la constancia.

Eso es medalla de oro, con eso basta.

Ahora bien, cuando el crono empieza la cuenta atrás o te cuelgas un dorsal, el foco es dar lo mejor de uno mismo. Y si haces todo lo que puedes, olvida el resto. El premio es tuyo.

Ahora quita la mirada en el ámbito deportivo y aplica el cuento a cualquier área de la vida.

Conectar con tu cuerpo es una decisión personal. Y esto va acompañado siempre de una calma mental que es la que empuja al progreso.

La actividad física es una necesidad biológica tan importante como comer e hidratarse adecuadamente o descansar.

Prioriza tu bienestar personal de manera que lo que hagas hoy sume para mañana, sin restar.

Si necesitas guía te acompaño.

¡Nos vemos en clase!