Y juega a volver a ser una niña que no sabe nada, no teme nada, sin vergüenza para preguntar y aprender, sin “noes” en la mochila, ni opiniones y críticas ajenas.
Como un lienzo en blanco que sólo quiere aprender, saber más, probar, fallar y volver a intentar.
Que le habla a los perros, los caracoles y las hormigas. Que sujeta mariquitas en las manos y lleva resina de las piñas en las uñas, verde en las rodillas y sabe quitarse la pinaza clavada en los pies. Se sube a los árboles o la cuerda del gimnasio y prueba a saltar más lejos una y otra vez.
Habla fuerte, grita y ríe con la boca abierta.
Alguien que aprovecha la luz del día desde temprano y duerme a pierna suelta siestas de dos horas, si el cuerpo lo necesita.
Come chocolate, prepara una pizza artesana, pide que te cocinen espagueti los días de fiesta y alimenta tu cuerpo a diario como ese ser vivo que necesita gasolina para su herramienta de vida.
Relaciónate solo con gente que tenga buena energía y apártate de los que no te gustan. No pasa nada por no caerle bien a todos, seguimos respirando igualmente.
Sé fiel a ti misma y ocúpate solo de aquello que realmente sea para ti y se ajuste a tu propósito. Las cosas que sobran ocupan espacio y entorpecen el camino. Elige tu o lo harán por ti.
Sé una niña y una adulta responsable de esa niña. De sostenerla, de guiarla, de elevarla a su máxima expresión.
Hazlo, es tu única obligación real en la vida.
¿Te acompaño?
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