En el cuerpo, no en la mente.
Sentir los pies o las manos sujetándose en el suelo.
Evitando volar de una idea a otra como una hoja en el aire.
Saberse seguro en uno mismo.
Con fortaleza, fluidez y flexibilidad.
Como un junco capaz de doblegarse y sentir los cambios del viento sin miedo a romperse o arrancarse del suelo.
Estos días siento mis cambios de piel, pensamiento y estados emocionales bien presentes.
La vulnerabilidad, humanidad y riqueza que eso supone.
La humildad y compasión que exige esta actualización de sistema constante, no siempre fácil de lograr.
Y abrazo con toda la gracia y amor posible las infinitas posibilidades que me ofrece.
Acompaño procesos similares y me emociono al ver que somos muchos los que lo afrontamos con inocencia, miedo y coraje por igual.
Y seguimos con Fe adelante.
Sonriendo, a veces entre lágrimas.
El último trimestre del año se prometía intenso y esta cumpliendo.
Soltemos todo lo soltable, dejemos que caiga todo lo caigable y amemos todo lo amable.
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