No hay nada más sabio en nosotros que las señales que emite nuestro cuerpo.
No hay libro, formación ni terapia que atesore tanta información fiel a nosotros como él.
No miente y siempre habla. El problema es que no le prestamos la atención adecuada.
Nos mantenemos en un modo de marcha adelante constante, de distracción prolongada y de estímulos para evitar parar y sentirse.
Nos llenamos de actividades, libros, compañías, series, redes sociales y un largo etcétera para incapacitar que nuestra intuición se exprese. Atendemos a expectativas y no a nuestra naturaleza cambiante y cíclica.
Buscamos las respuestas en la mente. Miramos afuera y señalamos sin ser consciente que hay más dedos que señalan el camino, el interior.
Somos esclavos de la estética y amantes de la luz, sin comprender ni profundizar sobre la sombra.
Nos movemos para llenarnos de lo que falta, sin apreciar con gratitud y respeto todo lo que ya somos y tenemos.
Sentir y habitarse es prioritario.
Entender que somos un espíritu encarnado en un cuerpo físico que hay que cuidar, proteger, habilitar y nutrir.
La expansión y la abundancia son solo posibles desde la integración de todas aquellas facetas de lo que ya somos. Sencillamente tienes que conocerlas.
¿Te aplicas en ello o te escondes?
Sólo tu sabes la respuesta.
Yo amo la mía.
Nos vemos en clase, un beso.
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