Mi adolescencia tuvo de banda sonora a Guns N ´Roses (entre otros muchos) y November Rain sonó en bucle hasta rallar el cd.

Crecí, probablemente como todo adolescente de la época, sintiendo que el amor debe ser contenido, duele y hace sufrir. Y que los modelos a seguir no eran del todo auténticos por que no se podía ser “demasiado” nada a juicio ajeno.

Años más tarde reventé y, en busca de la autenticidad, experimenté lo que todo el que se atreve a buscar encuentra. Las heridas de nacimiento, en mi caso de rechazo y abandono.

Curiosamente el mes de noviembre es el que menos me gusta del año. Y la causalidad ha querido que en mi familia sean muchos los que celebran su nacimiento, mis dos hijos incluidos.

Dicen que cada nacimiento es un RE-nacimiento propio.

Y como cada otoño me estremezco cuando se acerca. Tengo el “run run” de que algo queda por soltar.

Cosas que asustan por que hablan de miedos, de límites, de mandatos familiares, de pérdida del control.

Y resulta que es momento para entregarse con Fe a la vida. Seguir el instinto y que el guerrero despierte y cambie su realidad.

Me desperté esta mañana con uno de los monstruos picando la puerta.

Tras meditar, como todos días, me dije: este es el uranazo que necesitabas para moverte, ocúpate de lo que te toca.

No me creeré más que el amor debe ser contenido, ni duele ni que hace sufrir. Sólo pretenderé ser auténticamente Yo y paso de esconderme. Quien quiera juzgar que lo haga, no habla de mi persona, si no de los ojos que ven.

Lameré mis heridas sabiendo que sanar, no lo harán nunca. Pero que es firme el propósito de que no condicionen quien soy.

Estad atentos a las señales, estos días os marcaran el camino.

Andad.

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