Escribió Victor Hugo que “Morir no es nada; lo terrible es no vivir”
Y me hace reflexionar mucho sobre cuánto nos permitimos ser en nuestro día sin importar lo que ocurra.
¿Cuánto me permito ser ante lo bueno y lo malo, la alegría y la tristeza, la unión y la pérdida, el bien y el mal, la vida y la muerte, la claridad y el misterio, la salud y la enfermedad, la virtud y la debilidad, la certeza y la duda, la sabiduría y la estupidez, la paz y la ansiedad?
Y voy a elevar la pregunta, ¿Cuánto permito Ser a los demás ante lo mismo? ¿Cómo me condicionan mis miedos, sentidos, sentimientos, experiencias o creencias ante las de los demás? Aún cuando se dejan sentir y Ser, y cuando no.
Que innecesario es ponerse en lugar del otro en ocasiones, solo con acompañar en silencio sería suficiente. Incluso cuándo no lo es para el narrador, si espera una solución, el profundo respeto hacia su propia experimentación debería ser motivo para mantenerse amordazado.
La paradoja de las relaciones íntimas y de familia en las que, en función del momento y la persona, existe el gran milagro de mostrarte tal cuál eres en esencia. O bien, esconderte sintiendo el miedo, dolor y sufrimiento más profundo que existe. Sacudiendo cualesquiera de las heridas del Ego: rechazo, abandono, humillación, injusticia o traición.
En realidad no llegamos a ser conscientes de la magnificencia de nuestro clan y los patrones que hemos venido a sanar. Y la necesidad de ir pasando pantallas en este súper videojuego en el que aparecerán y superarás (o no) infinidad de retos.
Charlábamos con mi amada Gemma Segura que experimentar la maternidad ha sido y es mi más elevada experiencia para aprender sobre mi misma de forma consciente. Y para ello he experimentado la máxima desconexión personal, ahora puedo reconocerlo. Podría decir lo mismo, con matices e intensidades, de las experiencias en el amor de pareja o las relaciones con los padres.
En definitiva, si cada uno se centra en vivir el momento presente, cada experiencia vivida, relación y transacción supondrá un mayor conocimiento de si mismo. Y en ese supuesto la conexión con los demás, con los otros, con aquellos que amamos o repelemos será mucho más sincero, compasivo y amoroso.
Vaya, veo que me ha quedado un post muy pisciano. Seguro que mi Venus lo ha narrado, ella sabe fluir con la vida hasta la fusión.
A veces es muuuuuuuy pesada. Menos mal que nado bastante bien.
Nos vemos en clase, familia.
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